Un niño personaliza con rotulador sus medias y niega haberlo hecho; otro con la boca llena de chocolate asegura no haberlo probado. Estas situaciones, comunes en la infancia desconciertan a los adultos. Según los profesores Mireia Orgilés y José Pedro Espada, la clave está en su desarrollo cognitivo y socioemocional: aún no anticipan las consecuencias ni comprenden que otros piensan diferente.
Mentir es una estrategia para evitar regaños o mantener una buena imagen. Aprenden observando a los adultos, quienes a veces recurren a pequeñas “mentiras blancas”. Con el tiempo, si sus engaños funcionan, los perfeccionan.
¿Cómo actuar? Sé un modelo de sinceridad, refuerza el valor de la verdad y evita castigos desproporcionados. Ofrece un espacio seguro para que se expliquen, fomentando la confianza. Las mentiras son parte del desarrollo; con paciencia y comprensión, los niños aprenderán el valor de la honestidad.
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